NO HAY BOLSILLO DE PAYASO QUE SOLUCIONE LA CRISIS EN LA CULTURA

Nicolás Roibás

Cuando los dilemas o falsos dilemas están de moda, hablar de arte y cultura en un escenario de pandemia es, para muchos, un sacrilegio. Sin embargo, no tenemos que confundir peras con manzanas: una cosa es la emergencia sanitaria, priorizar el gasto público orientado a reforzar el sistema de salud y la ayuda a sectores vulnerables, y otra es la subsistencia de un sector que la tiene muy difícil de aquí en adelante.

La tensión de la grieta no es ajena a la cultura, es más, allí toma máxima visibilidad, cuando resuenan nombres, rostros y voces de artistas reconocidos en declaraciones que tienen eco en las redes y en los medios, despertando adhesiones y rechazos, amores y odios.

Una vez más, pareciera que en nuestro país todo se mezcla. Para algunos, los artistas se convierten en un gasto superfluo del Estado, nada más que “militantes pagos”. Esta postura se endurece, como sucede con todo lo que atraviesa la pandemia, y los artistas pasan a ser “desechables” o parias que no son dignos de la preocupación gubernamental.

Esto es un error. La visión de la cultura y el Estado como entramado de contratos para amigos del poder de turno es una lectura simplista y poco responsable. Una cosa es la utilización de la cultura como base de propaganda partidaria, como lamentablemente ha sucedido muchas veces en nuestro país y que es una práctica habitual del gobierno actual, y otra es la importancia de estas industrias, tanto en la economía como en la vida cotidiana de las personas.

No podemos confundir el trabajo de los artistas con su ideología y restarle importancia al aporte que hacen a la sociedad. Muchos de ellos no tienen la necesidad de ser contratados por el sector público y no están pidiendo eso; al contrario, viven de lo que producen y generan miles de puestos de trabajo todos los años. Lo mismo pasa con el sector teatral, el cine y muchos otros sectores de las denominadas industrias creativas, que hoy no pueden ver la luz al final del túnel.

En 2018, según los últimos datos del Sistema de Información Cultural Argentino, la cultura aportó el 1,8 % del total del trabajo privado del país, lo que se traduce en más de 300 mil puestos de trabajo. Como solemos repetir los que nos dedicamos a las políticas culturales, la cultura representa el 2,6% del PBI de Argentina y contribuye además a apuntalar el turismo en muchísimos rincones del país, otra de las industrias que está siendo severamente afectada por la pandemia.

Uno de los grandes problemas que tiene el ámbito cultural es la subestimación en cuanto a su importancia y que se traduce en inacción estatal. Por eso aún no contamos con una ley de incentivos dedicada exclusivamente a estos sectores así como lo hizo Colombia con su ley de economía naranja. Tampoco se pudo tener nunca, tras muchos años de intentos, una ley de mecenazgo nacional. En parte porque las veces que se estuvo realmente cerca, las crisis argentinas acabaron por desechar esos trabajos que afectan la recaudación.

El Estado, ahora más que nunca, tiene que trabajar en una política integral para proteger a estos sectores, que sea algo más que subsidios de emergencia o contratos, porque no hay bolsillo de payaso que solucione la fragilidad de este momento y la crisis económica que estamos viviendo. Sin ir más lejos, el Instituto Nacional de la Música tiene casi 60.000 músicos inscriptos en su registro, la gran mayoría de los cuales hoy no cuenta con las posibilidades económicas de aquellos artistas que vimos tantas veces convertirse en voceros políticos.

La crisis que hoy está comenzando a enfrentar el sector requiere de un plan que mejore las condiciones fiscales y genere incentivos; del trabajo en conjunto con las comisiones de cultura del Congreso, que hoy casi no están funcionando; del aprovechamiento de nuevas herramientas digitales para que sean de acceso para todos los artistas en cada rincón del país y les permitan seguir trabajando aún en este contexto. Celebro la continuidad por parte del Ministerio de Cultura nacional de la plataforma “Formar”, que había sido desarrollada por la gestión anterior bajo el nombre de “La Cultural”, y que sirve para que muchos de ellos puedan seguir desarrollando sus capacidades desde sus hogares. También celebro las acciones de las asociaciones de la sociedad civil, como es el caso de ACCMA (Managers argentinos) que está haciéndole llegar a los artistas un informe sobre todas las plataformas digitales que existen para poder trabajar. Todos son conscientes de que esta es la crisis más grande que haya enfrentado el sector al menos en décadas.

El presidente Alberto Fernández, tras decidir que la cartera de Cultura vuelva a tener rango ministerial, dijo que “la política tiene que llenar la panza de los argentinos con comida y su alma con cultura”. Pero la cultura también cumple ese primer objetivo: lleva comida a la mesa de muchos argentinos. Por eso no debe ser subestimada, ni debe caer tampoco en la trampa de los falsos dilemas.

Nicolás Roibás es abogado. Fue subsecretario en el Ministerio de Cultura de la Nación.

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