Republicana es un espacio donde ejercer el pensamiento libre, por más incómodo, molesto y doloroso que esto pueda ser para el poder y, a veces, para nosotros mismos. Es un lugar donde lamerse las heridas, pero es también, al mismo tiempo, un espacio donde éstas pueden -y deben- sanar para poder seguir adelante.
Queremos ser, como lo puso Václav Havel en su día, el poder de los sin poder: una usina heterogénea donde los que se niegan a vivir con miedo y se identifican con los valores de la democracia y la libertad puedan alzar su voz. Incluso, y sobre todo, cuando todo parece perdido.
Creemos en cuatro valores fundamentales: la libertad, la transparencia, el progreso y el trabajo. Todo lo demás es pompa del burbujero populista, arcilla en manos del autoritarismo de turno. Libertad, transparencia, progreso y trabajo: esos son nuestros puntos cardinales.
En 2015 millones de argentinos se animaron, por primera vez en mucho tiempo, a soñar un país viable, integrado al mundo y respetuoso de sus leyes. Hoy ese mismo sueño retorna, cercado por la incertidumbre de un proyecto autoritario que se muestra sin dobleces y del que hay que hablar, también, sin eufemismos. Si ese poder se muestra tal cual es, si dice lo que hace y hace lo que dice, ¿por qué no podemos hablar nosotros, también, con franqueza?
Contrariamente a lo que dicen, y seguramente dirán, no vemos nada más noble y verdadero que estar unidos por el espanto: el espanto a ser agredidos y a vivir sin libertad; el espanto a la corrupción estructural como único destino; el espanto a tener que abandonar este país en busca de oportunidades, cerrando el ciclo virtuoso que iniciaron nuestros mayores. Sí, somos un rejunte de liberales, progresistas, conservadores e intelectuales unidos por ese espanto. Y cada vez somos más.
De esa diversidad, de ese poder de los que no tienen poder, está hecha Republicana.