LAS CUATRO VACUNAS PARA LA POST-PANDEMIA

Alejandro Collia

Hay mucha incertidumbre y expectativa respecto a cuál será el proceso de salida de la cuarentena estricta en la mayoría de los ciudadanos. No tenemos certezas de cómo será y eso genera dudas y miedos. En nuestro país llevamos más de 100 días de aislamiento. Aunque heterogéneo territorialmente y con diferentes niveles de acatamiento, hemos cumplido con el mandato de #QuedarnosEnCasa. Quisiera plantear las dimensiones de la incertidumbre y algunas vacunas (pensadas estas en un sentido metafórico) para enfrentarnos a la nueva normalidad. 

A las crisis cíclicas y estructurales de nuestra economía, hoy se suma una nueva situación: el quiebre de nuestro sistema económico. La producción, los servicios y el comercio están en una situación límite que genera un efecto cadena complejo donde muchas personas quedarán sin su pequeña empresa, su comercio, su emprendimiento, su trabajo. A esto se le suma el agravante de millones de argentinos y argentinas que viven el día a día con empleos informales e inestables, para quienes la posibilidad de supervivencia se limitará sensiblemente. El Estado está sobre-saturado de un déficit que no podrá sostener la contención, porque a su vez la capacidad de recaudación disminuirá exponencialmente. Entonces aparecen ideas y proyectos que, aun pensando en su oportunidad, pueden resultar en un exceso de intervención y apropiación que afecte derechos. 

Dicho todo esto, la primer “vacuna” deberá pensar en una nueva dimensión de la economía y de lo público-privado: la inclusión e integración de nuevas formas de trabajo y de políticas activas para insertar en el circuito formal a un porcentaje muy alto de la población económicamente activa, y la incorporación del nuevo paradigma de la economía circular, que permitiría impulsar alternativas para lograr el objetivo antes enunciado.  

La pandemia ha puesto en evidencia (dramáticamente) las desigualdades y asimetrías sociales, desigualdades que son estructurales y multi-dimensionales. La capacidad de acceder a derechos y servicios básicos para un gran porcentaje de nuestros ciudadanos está muy lejos, demasiado lejos. Son las geografías olvidadas e invisibilizadas. Perforar esa brecha social ha sido y será uno de los mayores desafíos para ser una sociedad más igualitaria y no una sociedad anestesiada y achatada por la dependencia permanente del Estado y del sistema político. La pandemia va a poner en situación de pobreza a millones de argentinos, esto será ineludible. Y la pregunta es qué haremos, cómo evitaremos que esta situación redunde en muchas familias desmembradas y quebradas por un horizonte de futuro que rompa todos sus proyectos de vida. Finalmente, debemos reflexionar sobre las divisiones, que alimentadas por nuestra dirigencia política y social, se van acrecentando en nuestra sociedad: ¿quién tiene la culpa de la pandemia? ¿quiénes son responsables de expandirla? Esto daña la cohesión y empatía social, la integración y convivencia. Frente a esto aparece la segunda “vacuna”: una mirada profunda sobre las desigualdades y una acción inmediata y articulada entre Gobierno Nacional, provincias y municipios para reducir drásticamente los factores estructurales de una pobreza crónica. Por otro lado, será necesario aumentar la participación ciudadana, comunitaria y de la sociedad civil, las demandas sociales así lo exigen. Los reclamos no solamente deben ser oídos, sino también canalizados para “no dejar a nadie atrás”.

En primer término, ¿cómo vamos a mantener el distanciamiento físico por un tiempo prolongado? ¿Seremos capaces de hacerlo cuidando el valor de nuestra “idiosincrasia de la cercanía”? Somos una sociedad que privilegia el encuentro, pero nuestros espacios públicos y comunes no están preparados para la post-pandemia. Nuestras ciudades enfrentarán el desafío de adecuarse y adaptarse rápidamente a esta realidad, con limitantes financieras y presupuestarias. El déficit habitacional, el hacinamiento y la densidad ponen de manifiesto la falta de planificación y de políticas públicas con una trayectoria de largo plazo. A su vez, nos encontraremos con las ya existentes diferencias territoriales propias de las deficiencias de nuestro federalismo. Eso nos lleva a la tercer “vacuna”: ciudades más sostenibles, resilientes, vivibles y humanas. Los diferentes niveles de Gobierno tendrán que incorporar una nueva agenda urbana enfocada en el desarrollo humano, el cuidado del medioambiente y la mitigación de los efectos del cambio climático, y en una ciudad construida mirando a las mujeres, niñas y niños, personas mayores y personas con discapacidad. En definitiva, una ciudad que no excluya. 

Para muchas personas esta pandemia, sus riesgos y la cuarentena han impactado en su estado emocional y psicológico: depresión, temor, aislamiento, violencia, inseguridad, etc. Nuestro sistema de salud colapsado y sus profesionales de la salud desvalorizados (más allá de lo circunstancial de la valoración actual) no son buenos indicadores de que se podrá dar contención en este plano a miles de personas, porque el deterioro será mayor y afectará diferentes planos de la vida cotidiana de estas personas. ¿Cuántos verán deteriorada su vida? ¿Cuántas personas tendrán posibilidades de recuperarse emocionalmente? Estas son dos preguntas que son vitales pensando en lo existencial básico de todo ser humano. Aquí llega la tercer “vacuna”: la compasión y la sensibilidad como valor social fundamental debe ser parte de nuestra construcción cultural, educativa e institucional. Y es momento de fortalecer el sistema de salud de manera integral, incluyendo a todos los profesionales de la salud; de invertir en infraestructura sanitaria desde la atención primaria a la de complejidad; y de asignar mayor presupuesto a investigación científica.

¿Nuestra dirigencia política estará a la altura de llevar este barco? Las primeras evidencias mostraban una luz de esperanza, porque hubo un consenso inicial de afrontar y enfrentar esta crisis de manera colaborativa. Sin embargo, eso duró poco: la exacerbación de un discurso de “odio” cruzado; la construcción de nuevos relatos; los deseos de neutralizar al otro; el anhelo de concentración de poder de manera hegemónica; la anulación de ciertos derechos (políticos y civiles, las libertades de expresión y movimiento, etc); y la imposibilidad de poder dirimir las diferencias y conflictos sin violencia son sólo algunos elementos que muestran que nuestra clase política (sin distinción partidaria) no está a la altura de pensar cómo ayudar a una sociedad que ya ha transitado demasiado tiempo en la incertidumbre. La quinta “vacuna” apunta a eso: se debe avanzar en el diálogo político y en construir capacidad institucional de respuesta para futuras crisis. El diálogo, y no la confrontación, es el camino para lograr sociedades más igualitarias, inclusivas y resilientes. Sin un sistema político y una clase dirigente responsable y coherente con las necesidades de los ciudadanos el camino será nuevamente sinuoso.

Quiero terminar con una mirada puesta en nuestras oportunidades. Somos una sociedad resiliente que ha enfrentado diferentes crisis, lo cual aumenta nuestra capacidad de recuperarnos. Somos una sociedad que aun adormecida, tiene la capacidad de despertar y reclamar a quienes más responsabilidades tienen que no queremos ir hacia el abismo. Somos una sociedad solidaria, que en las crisis hace aflorar esa capacidad de preocuparse y ocuparse del otro. Somos una sociedad con personas que saben de esfuerzo, de reponerse y de repensarse una y otra vez. En definitiva, somos una sociedad capaz de transitar el post-COVID19 siempre que cada sector de nuestra sociedad haga su aporte sin mezquindades y resignando algunos de nuestros intereses particulares para aportarlos al bien común.

Alejando Collia es Director Ejecutivo de Global & Local y especialista en resolución de conflictos y procesos colaborativos. Fue ex Secretario Ejecutivo del Consejo Federal de Derechos Humanos y ex Secretario Técnico en el Diálogo Argentino.

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