
Por Álvaro Lamadrid
Uno de los aspectos menos dramáticos de la pandemia que se desató en nuestro país, pero no por eso menos importante, es cómo el Gobierno aprovechó la oportunidad que le dio el Coronavirus para gobernar por decreto, cerrar el Congreso y hacer las compras del Estado por licitación directa. Todo eso a pesar de que la oposición ha dado muestras de que está en condiciones, y desea, hacer frente a la situación y cumplir el mandato otorgado por el pueblo a cada uno de nosotros.
Nadie puede sorprenderse viniendo de una ideología que no le gusta la división de poderes, que plantea atropellos a la Justicia y que coquetea con expropiaciones y estatizaciones.
Pero gobernar con el Congreso cerrado es tan evidentemente chavista que hasta ellos se dieron cuenta. De desconocer Congresos sabe mucho Maduro, aliado sí, y otras veces también, de este gobierno. Producto de esta evidencia nacen las sesiones virtuales, un engaño (otro más) al que me opuse con mi voto. Es que mientras nosotros no podemos entrar al Parlamento, Alberto Fernández se pasea por todo el país. No hay coherencia entre lo que hacen, y lo que nos piden a nosotros, los argentinos, que hagamos.
Por suerte los Diputados ya no tenemos que seguir esperando al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, a que cumpla la Constitución: hoy viene, por primera vez a la Cámara a dar excusas unas veces, y avalar otras, todas las políticas del gobierno en contra de la gente, de los jubilados, de los niños y las familias que ahora deben pagar el IVA de la leche, en contra de la clase media y los trabajadores, pero siempre a favor de la impunidad de Cristina, de Cristóbal López y de las mafias como los Moyano.
Tal vez él sea muy joven, pero la jugada es kirchnerismo de manual: al igual que le sucederá al presidente Alberto Fernández tarde o temprano, él también deberá tener cuidado: cuando termine de hacer el trabajo sucio, la Vicepresidente lo desechará.
Este momento político requiere un Congreso presente, funcionando en plenitud y que le marque al Ejecutivo lo que hace mal, que ciertamente no es poco. No hay más excusas para seguir con el “Massapalooza”: el Congreso debe abrir sus puertas y los diputados debemos votar, para seguir siendo no sólo en los papeles, sino en los hechos, una república con tres poderes.