Hace unos días el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, dejó en evidencia en un video filtrado algo que causó bronca pero que, en el fondo, todos sabíamos: ahí donde hace décadas se administra la pobreza, también hace mucho que la impunidad es moneda corriente.
Lo cierto es que nos acostumbramos a naturalizar la decadencia, a permitir que personajes como Mario Ishii decidan sobre nuestras vidas todos los días sin exigirles, ni a ellos ni a la Justicia, responsabilidad por sus acciones. En el caso de Ishii, peor todavía: lo premiamos votándolo no una, sino tres veces.
Tras décadas de estancamiento, resulta comprensible que hayamos naturalizado la decadencia, que aceptemos con mansedumbre que liberen presos por corrupción, o quieran liberar violadores y asesinos. De tanto aceptar el “roban pero hacen”, nos colaron el “roban pero roban” y no nos dimos cuenta.
A todo se acostumbra el hombre; no en vano dicen que es un bicho de costumbre. Hoy nos volvieron a correr el arco: ahora un intendente, en la vía pública y frente a decenas de personas, admitió que encubre a vendedores de droga en ambulancias. Que sean ambulancias y no camiones de basura o patrulleros da de lleno en la línea de flotación de lo simbólico: hoy, esas mismas ambulancias que trasladan a argentinos en el que probablemente sea el momento más difícil y trágico de su historia, de tanto en tanto, venden falopa. Así, como suena: venden falopa. Ishii lo sabe. Peor, lo encubre.
Ya corrieron ese límite. ¿Qué seguirá después?