
Por Martín Siracusa
Estamos transitando mucho más que una pandemia: se trata de un cambio profundo que viene sucediendo en todos los ámbitos de nuestra vida, y la economía no queda exceptuada. Estamos atravesando el inicio de un nuevo paradigma, que nos obliga a romper con muchos de los comportamientos más arraigados culturalmente y que se vinculan con lo local y lo regional. Estamos poniendo en jaque no sólo nuestra forma de saludarnos o de demostrar afecto, sino además nuestra forma de trabajar. EL “home office” era impensado algunos años atrás, y hoy está demostrando tener una potencia que era inimaginada.
En el año 2016 el New York Times publicó una nota titulada “El aislamiento social nos está matando”, mostrando la preocupación por la soledad como si esta fuera una “enfermedad”. No se trata de algo novedoso. Un ejemplo fue la ley de divorcio, a partir de la cual se inició una tendencia hacia el aislamiento, y el hecho de que al principio haya sido considerada como algo negativo muestra la ruptura de un sistema de valores tradicional. Ya lo veía venir Groucho Marx con su frase “El matrimonio es la principal causa de divorcio”.
En cuanto a la tecnología en nuestra vida cotidiana, fue el otro Marx (Karl) quien se anticipó al cambio de paradigma en su obra “Grundrisse”. Dedica un fragmento completo al análisis de la maquinaria (en ese tiempo, la tecnología) como una “extensión de los órganos humanos”. Cree que la maquinaria en sí misma no puede crear valor, sino que sigue siendo el ser humano el único que puede hacerlo, en su carácter de ser social. De este fragmento se bifurcaron las interpretaciones y así como hay quienes creyeron que la tecnología en el futuro desplazaría al ser humano de sus trabajos, otros vieron en la tecnología un potenciador de la producción y del desarrollo económico.
“La inteligencia es la habilidad para adaptarse al cambio” decía Stephen Hawking. La clave para el éxito en este contexto es adaptarse a esas transformaciones y no sólo como individuo, sino como sociedad. El aislamiento social y la tecnología que tanto prejuicio generaron, especialmente para las generaciones que nacieron antes de los noventa, hoy están salvando a la salud y a la economía mundial. Los efectos de una pandemia sin control serían devastadores, solo comparables a los de una guerra. El coronavirus es el enemigo y el aislamiento social junto a la tecnología (redes sociales, internet, telefonía, etc.) son nuestros mejores aliados. Es innegable que la economía mundial sufriría más por los efectos del coronavirus que de las cuarentenas.
Sin embargo, la cuarentena ha generado resistencias en una parte de la población, como puede verse en el alto número de detenciones por incumplirla. Richard Taller -quien contribuyó a los inicios de la “Economía del comportamiento” o “Behavioural economics”- destacó dos fundamentos del comportamiento económico de las personas que explican algunas de esas resistencias: 1) preferimos el presente al futuro; 2) no internalizamos como propios los beneficios de los demás. Entonces, ante la pregunta “¿qué debo hacer para sobrevivir?”, si bien la cooperación con los demás es la respuesta racional, muchos actuaron pensando que irse a refugiar en sus casas de veraneo, vaciar la góndola de alcohol en gel o darse la vacuna contra la gripe común antes que los demás, eran formas de protegerse. Nada más alejado de la realidad.
¿Cuánto vamos a aprender de todo esto? ¿Vamos a valorar más el trabajo de los médicos y los investigadores de la salud que el de los futbolistas (económicamente, porque los aplausos no van a alcanzar)? ¿Al menos vamos a destinar más recursos? ¿Vamos a respetar de una buena vez al orden y a las fuerzas de seguridad? No podemos seguir mirando el tsunami desde la playa.
Aunque la pandemia va a pasar y todos podremos volver a nuestra vida cotidiana, ya nada volverá a ser como antes. En un momento de grandes cambios, donde nos interpela la solidaridad y la soledad ya no parece un enemigo, donde la tecnología nos permite interactuar con otros y donde las diferencias sociales, étnicas, religiosas y políticas pierden una parte importante de su significado, es fundamental que aprovechemos nuestro tiempo en casa para reflexionar sobre todas las implicancias de este nuevo paradigma al que ya hemos ingresado a toda velocidad.
Martín Siracusa es Secretario General del Instituto de Estudios Estratégicos en Seguridad (IEES)