SIN RUMBO

El Gobierno de Alberto Fernández ha decidido ampliar la grieta hasta hacerla coincidir con la pelea que vio nacer nuestro país a comienzos del siglo XIX: el enfrentamiento entre unitarios y federales, la ciudad contra el campo, Buenos Aires contra el Interior. De un lado, la opulenta Babilonia de los porteños, que ahora deberá convalidar o rebelarse ante una exacción de tintes francamente feudales; del otro, esa Habana heroica y romantizada por los progres, pero castigada por el tifón del peronismo, que es la provincia de Buenos Aires.

Si hubiese un Récord Guinness de estropear oportunidades para ser un estadista, seguramente Alberto Fernández lo habría superado ampliamente en el tiempo transcurrido desde el 20 de marzo hasta hoy. En nuestra historia reciente, paradójicamente, y en lo que claramente es una advertencia ominosa, sólo Galtieri en 1982 ostentó niveles de aprobación de tal magnitud. Es una obviedad decir que, una vez arriba, sólo queda bajar. Lo insólito del caso es la velocidad que le está haciendo tomar a su presidencia en ese descenso descontrolado.

El presidente ha decidido tomar ese cheque en blanco que le dio la sociedad en marzo y garabatearlo hasta volverlo incobrable. Ahora debe surcar este mar embravecido entre los recelos que genera en su propia coalición de dos cabezas, y una oposición que no puede ni debe seguir convalidando con su presencia las acciones de un Gobierno que no está dispuesto a jugar con las instrucciones de la democracia. En algún momento hay que decir basta.

Quizás lo más peligroso de todo lo ocurrido la noche de ayer sea que el presidente ha atado la solución del problema con la policía bonaerense a una disputa política que, lo más seguro, acabe judicializándose. Pan para hoy, hambre para mañana. Tratándose del mismo presidente que expropia Vicentín con la mano y borra la expropiación con el codo, ¿hasta qué punto existe la confianza necesaria para que el conflicto se solucione? Dicho de otro modo, ¿por qué la policía bonaerense debería ser capaz de comprarle un auto usado a Alberto?

El presidente, Massa, Kicillof y Cristina sólo nos pueden ofrecer un país sin pandemia que quede en el pasado, no en el futuro: un espejismo que saque lo peor de nosotros, que nos divida y nos enfrente. Por eso ayer volvimos a esa vieja dicotomía ciudad vs. interior, ricos contra pobres. Es la única solución que pueden ofrecer, la manera en que han resuelto todo siempre: hacia atrás.

La oposición deberá mantenerse alerta y con la mente fría. Lo de hoy es también una muestra de la forma en la que va gobernar Alberto Fernández de acá en adelante: paso a paso, de a una bomba por día. Porque ayer nomás, entre todo el humo y las vociferaciones en la puerta del country donde vive Lázaro Báez, pasó casi desapercibido un dato muy importante: en Oxford se suspendió el ensayo de la vacuna que iba a salvarnos a todos en algún momento del año que viene. Ahora que lo de la vacuna entra en un limbo, ¿hay plan b? Sin quererlo, estamos yendo al escenario más temido, a una solución a lo Boris Johnson: nos inmunizaremos a la fuerza sin mirar a quién dejamos atrás. Es decir, muy solidario.

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