HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRO TENGO MIS DERECHOS

La causa más grande de corrupción de nuestro país-la de los cuadernos- está viviendo horas decisivas. Embestida una y otra vez por el gobierno kirchnerista, pende de un hilo, y de caerse, consagrará la impunidad tan buscada por la vicepresidenta.

El plan funciona como un reloj, y se disuelven los últimos vestigios de lo que alguna vez fue una República.

La habitual Casandra de la tragedia argentina, Elisa Carrió, había advertido el año pasado, una vez más, sin miedo a ser tildada de loca por parte de la opinión pública: “no vuelvan al faraón”

En el antiguo Egipto, el Faraón, además de la temible representación de Dios en la tierra, era la mismísima justicia, aunque dejaba en cabeza de su visir la ejecución de sus designios. Dios no se ensuciaba las manos con asuntos mundanos, para eso siempre había un Fernandez.

Pero la Argentina sufre de un mal desde hace mucho tiempo, algo peor que el COVID. Una enfermedad que nos mantiene atrapados en el barro generación tras generación: el mal del olvido. Allí reside la verdadera pandemia nacional.

“ La injusticia en cualquier lugar, es una amenaza para la justicia en todas partes” , decía Martin Luther King.

Por eso, cuando la justicia falle. Cuando el poder arrase con nuestros sueños, cuando todo parezca oscuro. Nuestro mayor gesto de valentía es recordar.

Recordar a Abigail y a su padre. A Solange Musse. A Facundo Astudillo Castro. A Mauro Ledesma. Y a todas las víctimas de un sistema perverso que amenaza con corroer todas nuestras garantías en cada rincón de la patria. Si tenemos el coraje de vencer al olvido, el tiempo traerá justicia.

Tengamos la valentía de recordarlos, y cuando creamos que todo está perdido, repitamos una y otra vez: “Hasta el último suspiro tengo mis derechos”

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