UNA VACUNA CONTRA EL POPULISMO, POR FAVOR

Esta semana se conocieron datos alentadores, publicados por la prestigiosa revista científica, Lancet, sobre la efectividad de la fase 3 de la vacuna Sputnik V. 

Esto significó un gran alivio, porque lo cierto es que, hasta el día martes, para los argentinos, vacunarse era una cuestión de Fé y nada más. 

Más allá de las buenas noticias, la insólita reacción triunfalista de la militancia del gobierno y sus dirigentes, sumó un capítulo más a este gran manicomio en el que se ha transformado la Argentina desde el retorno kirchnerista al poder. 

Analicemos el caso:

Tras sucesivos viajes de funcionarios nacionales a Moscú, allá por noviembre del año pasado, el Presidente Fernández anunció un acuerdo con Rusia, asegurando que para esas navidades el país contaría con 20 millones de dosis de la vacuna Sputnik, además, de la puesta en marcha de un ambicioso plan masivo de vacunación. 

Sin embargo, a los pocos días, algunos integrantes de su gobierno tuvieron que poner paños fríos a la incontenible verborragia presidencial, asegurando que el plan de vacunación llevaría más tiempo del anunciado. 

¿Fue imprudente el Presidente al haber hecho esos anuncios? 

Sin dudas. 

Tras un sin fin de discusiones a partir de la falta de transparencia en los datos de la vacuna, nos enteramos por casualidad-por medio de la prensa internacional-que la Sputnik V no era apta aún para mayores de 60 años. Es decir, ni siquiera el presidente, hasta ese entonces, podía aplicársela. 

Aún así, con la idea de dignificar a la ya devaluada palabra presidencial, el 24 de diciembre, partió el primer vuelo de Aerolíneas Argentinas rumbo a Moscú, en búsqueda de 300 mil dosis, en lo que el gobierno y medios afines dieron en llamar “Operación Moscú”. Una épica de cabotaje para un pueblo cada vez más empobrecido. 

¿Fue el gobierno irresponsable en haber cerrado un acuerdo de esas características sin tener certezas sobre la efectividad de la vacuna en la población de riesgo?

Sin dudas. 

Arribadas las dosis, más allá de algunos problemas con la cadena de frío necesaria para su distribución, nos empachamos con las fotos de políticos sonriendo mientras eran inoculados con una llamativa prioridad, supuestamente, tratando de generar confianza en una vacuna que -a los ojos del mundo- estaba floja de papeles: recordemos que hasta entonces, el único sustento científico de la Sputnik, era un comunicado de prensa del gobierno Ruso. 

Ante la desconfianza creciente, el Ministro de Salud de la Nación, Ginés Gonzáles García, dejó trascender que el acuerdo del país para la compra de vacunas del laboratorio Pfizer, estaba trabado por exigencias que Argentina no podía aceptar. Al día de hoy sigue ese debate abierto, y las vacunas de Pfizer no llegan.

Al no poder contar con las dosis comprometidas por Rusia- tal como se había anunciado- la Secretaria de acceso a la salud, Carla Vizzotti, no tuve mejor idea que sugerir la posibilidad de poner en pausa la aplicación de la segunda dosis, con el fin de duplicar la cantidad de vacunados con la primera; generando reacciones públicas que trajeron como consecuencia la marcha atrás del gobierno en esa idea. 

¿Fue esa actitud una muestra de la improvisación del gobierno? 

Sin dudas. 

Finalmente, Rusia, anunciaría algo que todos presuponíamos: la imposibilidad de cumplir con el contrato que había celebrado con Argentina, con respecto a la producción y entrega de las dosis pactadas en tiempo y forma. Hasta el día de hoy, no sabemos cuándo contará el país con las suficientes, para llevar adelante el plan masivo de vacunación del que se jacta el gobierno. 

¿Fue inoperante el gobierno argentino en todo el proceso de negociación? 

Sin dudas. 

Por último, las imágenes de los puestos de La Cámpora realizando inscripciones para la vacunación, nos remiten a las inundaciones de La Plata de 2013, cuando la misma agrupación repartía a las víctimas agua mineral comprada por el Estado, utilizando pecheras partidarias. Parece haber un vínculo inseparable entre el populismo y la tragedia humana; y allí se pone de manifiesto el aspecto más miserable de la política.

Entonces, es válido preguntarnos: ¿Cuál es el motivo de festejo de la militancia y de sus líderes, tras los anuncios publicados sobre la efectividad de la vacuna?

¿Cuál es la razón de los ataques a personas como Sandra Pitta, Nelson Castro, Maximiliano Guerra y muchos otros que se plantearon preguntas válidas y responsables?

La imprudencia, la improvisación, las mentiras, y la falta de vergüenza con que se llevó adelante todo este proceso, son condimentos del modelo populista que hoy nos gobierna, así como también los ataques a quienes piensan distinto.

Lamentablemente, para eso no existe vacuna. 

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