TODOS LOS DÍAS DE NUESTRAS VIDAS

Cada vez que apagamos Netflix y decidimos encender la TV o la radio, desde hace ya un tiempo, nos encontramos con un slogan.

Lo dejamos pasar como si nada fuera, porque nuestros oídos están entrenados para obviar la publicidad o, al menos, eso creemos. Y por escasos segundos, nuestros pensamientos se pierden en los problemas, ilusiones o pendientes del día.

Sin embargo, allí resuenan esas palabras que escuchamos insistentemente. Se guardan en se espacio de nuestra mente que almacena lo que creemos que no tiene tanta trascendencia. Allí estamos nosotros, como zombies, distraídos e incorporando el engaño.

Luego salimos a la calle a caminar, a buscar el tren o el colectivo, o miramos desde la ventanilla de nuestros autos.

Allí nos encontramos con miles de negocios cerrados. Nos damos cuenta de eso aún más, cuando notamos que ese café o esa peluquería a la íbamos desde hace 10, 20 o 30 años, tiene colgado un cartel de alquiler.

También vemos gente congelándose; muchos de ellos con niños. Las historias de de esas personas nos miran de frente a los ojos. Trabajadores de toda la vida durmiendo en la calle.

Nos convertimos en testigos del hambre; pero del hambre en serio. Y sentimos frío; pero frío en serio; el de un 60 porciento de niños pobres.

Vemos muertos y más muertos, de cualquier edad y en cualquier rincón del país, y sentimos que las balas nos rebotan cada vez más cerca. Las del virus no son las únicas balas, también hay de las otras, de las que provienen de los robos y la violencia creciente. Esas también nos rebotan cerca.

Observamos el miedo, desazón y exilio en las caras de familias enteras viajando con sus últimos ahorros para buscar una oportunidad en otra tierra y dejar atrás la locura. No son los únicos que se van, las empresas también.

Sentimos la Impunidad, una y mil veces. Todas las veces que haga falta. Porque mientras vemos todo esto, el ex ministro de salud que montó un vacunatorio VIP se da el lujo de pasear libremente por Madrid. Y un grupo de diputados vota en contra de la modificación de una ley hecha a medida de un empresario amigo del gobierno, que bloquea la llegada de más vacunas. Negocios, corrupción y ninguna consecuencia. Vemos eso, todos los días de nuestras vidas.

Más tarde, volvemos a poner un rato la TV, o prendemos la radio; pero esta vez paramos la oreja y tratamos de prestar un poco más de atención. Aunque sea por única vez, tratamos de que no nos resbale. Nos concentramos en cada palabra de ese slogan y volvemos a escuchar, perplejos:

“reconstrucción argentina. Argentina Presidencia”

Deja un comentario

Descubre más desde REPUBLICANA

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo