24 DE AGOSTO. UN DÍA REPUBLICANO

Por Nicolás Roibás

“No podemos abandonar, tenemos que seguir juntos ahora más que nunca. Porque 3 años es poco para cambiar una historia”

Mauricio Macri (24-08-2019)

El 24 de agosto de 2019 será recordado siempre como un día histórico para el movimiento “republicano”. El gobierno de Mauricio Macri vivía el mes más difícil desde el comienzo de su gestión a partir de la derrota sufrida el 11 de agosto y se encontraba paralizado. La Bolsa de valores se había desplomado un 72%, el peso un 38% y la inflación, que venía en un proceso de desaceleración previo a esa elección, se disparaba. En el medio de la incertidumbre, esa jornada le daría al por entonces presidente el oxígeno necesario, no solo para enfrentar el segundo tramo de una campaña presidencial inolvidable, sino- y más importante-, para terminar su mandato.

En 2015, Macri había protagonizado una campaña centrada en las propuestas y mostrando una gestión exitosa en la ciudad de Buenos Aires y en su paso por el club de fútbol Boca Jrs. Sin embargo, luego de 3 años como presidente y cargando en sus espaldas una crisis económica profunda que había empezado en 2018, el líder de Cambiemos llegaba a la campaña de reeleccón con dificultades para apelar a las mismas herramientas. Por eso, la primera etapa de la campaña de 2019 apoyaría su estrategia en dos objetivos: fortalecer un núcleo duro de votantes- para lo cual se había creado el lema “defensores del cambio”- y mostrar los avances durante la gestión en materia de infraestructura.

El paso al costado de Cristina Kirchner con respecto a su candidatura presidencial había logrado que la campaña tuviera que adaptarse a una nueva realidad. El gobierno estaba preparado para confrontar con la expresidenta, en vez de tener que hacerlo con un candidato que tenía la habilidad de construir un peronismo “moderado” y ampliar la base integrando a figuras como Sergio Massa. Con “defensores del cambio” la coalición gobernante abandonaba esa postura “zen” que la caracterizaba y se animaba a dar una batalla narrativa. Empezaban a verse piezas audiovisuales en las redes sociales señalando los “antes y después” de las obras; los hechos en contraposición a los relatos; entre otros recursos narrativos. Los funcionarios nacionales endurecían su discurso, y las vocerías dejaban de tener un control férreo. Los dirigentes se sintieron libres y alentados para contestar los ataques de la oposición y no dejar que monopolice el campo narrativo.

Las expectativas del gobierno estaban puestas en que los votantes del núcleo duro sostuviesen el mal momento del gobierno y convencieran a otros votantes de no votar al peronismo. De esa manera, Macri podría atravesar las PASO con un resultado aceptable que diera el tiempo necesario a una recuperación económica que era proyectada para octubre. En definitiva, se trataba de ganar tiempo para acercar al votante blando a la decisión de “no volver al pasado” en las generales. Sin embargo, el domingo 11 de agosto de 2019, se comprobaría que Juntos por el Cambio había subestimado el malestar de algunos sectores de la clase media y que el gobierno se encontraba-en términos futboleros-pidiendo la hora. La pérdida de confianza de la población en la figura de Macri era visible y el mandatario se encontraba en jaque por la inestabilidad de la economía, los sindicatos, los medios y los gobernadores e Imposibilitado de retomar la carrera electoral. 

¿Cómo salir de ese letargo? 

El 12 de agosto de 2019, en el medio de la desazón oficialista, un periodista y twittero-hoy en el candelero mediático- @gonziver escribía en sus redes : 

“Voy a hacer placa de convocatoria a marcha a favor de Macri para el 24 de agosto, fecha icónica por el nacimiento de Jorge Luis Borges, gran anti- peronista. Solicito que, al verla, se retuitee infinitas veces.” 

Gonzalo, cuenta algunas impresiones de lo que significó esa derrota: 

“Surgió realmente como una forma de descarga emocional, de bronca contenida y de sueños rotos. Obviamente, nadie pensaba en aquella noche del 11 de agosto que la diferencia podía ser tanta entre ambas fuerzas políticas. No podía concebir en mi mente que una gran parte de la población deseara tirar por la borda el esfuerzo de cuatro años. Esa noche no dormí. Al ir a mi trabajo vi la cara de desazón, de tristeza, de todo aquel que me cruzara. Se asemejaba a cuando Argentina perdió la final del mundo. Era un “aquí no ha pasado nada, hay que seguir la vida como sea”. O, al menos, yo así lo percibí. Y me pareció injusto. No, aquí no es que ha sucedido nada; estamos por perder todo el esfuerzo, no puede quedar así.”

Según cuenta el especialista en Big Data y Redes, Guillermo Vagni, para una nota en PERFIL de entonces, la convocatoria de Gonzalo empezaba a tener mucho impacto a partir del día 21 de agosto. Durante esa jornada, a idea de la marcha superaba las 53 mil menciones en Twitter y el hashtag #24AYoVoy era tendencia. 

El actor Luis Brandoni, que había apoyado al gobierno de Macri y se encontraba en España con una gira teatral, grababa un video alentando la convocatoria: 

“Estamos preocupados pero no derrotados; al contrario, hay mucho por hacer. El sábado 24 salgamos a las calles y plazas de todo el país para mostrar y mostrarnos que somos muchos más los que queremos un país republicano, democrático y decente. Hay que prepararnos para el 27 de octubre, con fiscales en todas las mesas, convencidos y seguros. Perdimos la república muchas veces, otra vez no”, decía el artista.

Otro que se plegaba a la convocatoria era el cineasta Juan José Campanella: 

“Este finde son los últimos dos días para lamentarse. Desde el lunes empezamos de nuevo el juego de la democracia. Hay otra oportunidad de patear el penal. Si esto no es épica, la épica dónde está?”

Algunos twitteros que habían participado activamente durante años atrás en la organización de las diferentes marchas en contra del gobierno de Cristina Kirchner, difundían la convocatoria con un nuevo lema que sería utilizado por el gobierno en los meses siguientes: “Vamos a darla vuelta”. Con la idea y la necesidad de que también se sumaran fiscales para la elección de octubre y lograr un mejor control del comicio. 

Desde el gobierno se alentaba a la convocatoria con escepticismo. Este tipo de manifestaciones siempre habían sido espontáneas y nadie podía garantizar el resultado. Era una apuesta que, de fracasar, podía terminar en un golpe fatal para la candidatura de Macri. Oficialmente, solo Elisa Carrió se había animado a convocar abiertamente a la manifestación por sus redes. En la previa a la marcha, la sensación era de incertidumbre. 

La mañana del 24 de agosto se vivía con expectativa silenciosa. La movilización estaba convocada para aquella tarde a las 17 Hs en las inmediaciones del Obelisco en la Av. 9 de Julio y en las plazas de las principales ciudades del país. Finalmente, cerca de la hora establecida, empezaron a verse columnas de personas que se dirigían a los puntos de encuentro y una multitud salió a las calles aquella tarde. Las consignas de los carteles eran “vamos a darla vuelta” “Argentina sin Cristina” “No vuelven más”

El símbolo principal, como en otras marchas durante los años anteriores, era la bandera argentina. Los concurrentes entonaban el himno nacional. La movilización se replicaba en diferentes puntos del país como Rosario, Córdoba, Neuquén, Mendoza, Tucumán y Mar del Plata. También frente a la quinta presidencial de Olivos. Sin embargo, el punto más fuerte se daría en una Plaza de Mayo repleta. La expectativa allí crecía ante los trascendidos de que Macri llegaría a la Casa Rosada para saludar a quienes se habían concentrado para darle su apoyo, algo que nunca había hecho.

Cuenta el artista Juan Acosta, que participó ese día de la marcha que la gente tenía un entusiasmo muy particular:

“Cuando estaba en la 9 de Julio, empecé a ver gente que decía que había que ir a la Plaza de Mayo, porque, en realidad, la reunión no era en la plaza, y ahí sentí que tenía que seguir al pueblo. Se llenó la plaza, y la idea no era ir a esperar a Macri, porque nadie sabía si el Presidente iba a ir, hasta que empezaron los rumores que decían que parecía que Macri iba a salir al balcón. Ese rumor crecía y yo sentía que había una Argentina posible, en la que la gente podía expresarse y ninguno estaba pensando en prebendas ni nada por el estilo, sino que la gente sólo buscaba la libertad y la esperanza. Cuando apareció Macri, yo me hice el boludo, pero se me cayeron unas lágrimas”

Cuando cayó la noche, con la plaza iluminada por los celulares de la multitud, Macri se asomaba al tradicional balcón de la Casa Rosada junto a su esposa Juliana Awada para saludar, notablemente eufórico, golpeándose el corazón en señal de agradecimiento. 

Este era su baño de clamor popular, un hecho simbólico para su carrera política y para la representación de un sector de la sociedad que desde la presidencia de Alfonsín no asistía a una ocasión similar. 

Amablemente, @gonziver, autoriza a publicar algunos párrafos de un proyecto de libro que empezó por esos días: 

“Lo primero que me viene a la cabeza es el temor que sentí minutos antes de la hora convocada por la escasa asistencia. Recordemos que este sector, el republicano, no había tenido manifestaciones territoriales en por lo menos dos años, desde el primero de abril de 2017. El republicanismo -hoy representado en decenas de grupos distribuidos en toda la nación y comunicados entre sí por redes sociales- carecía de presencia en la calle. Considero que el #24A sí fue el impulsor del “vamos a la calle, vamos a protestar” que hoy tan vigente está.

Bien, como decía, pocos minutos antes estaba con poca concurrencia. Me encontré con unos amigos y vimos que lentamente empezaba a llenarse el Obelisco, y algunas vías de la 9 de julio veían interrumpido su tránsito. Y, como toda manifestación espontánea y no dirigida, esta cobra vida propia. Repentinamente, una columna -que ya colmaba de lado a lado de Diagonal-, enfiló hacia Casa Rosada. Y fui tras ellos. Me iban llegando mensajes y tweets que decían que venía una gran cantidad de personas en subte, y que aguardásemos. Ahí comprendí que esto se iba a desmadrar. Hice un rápido vistazo a mi alrededor. Cierto es, y debo darle la derecha a Grabois, que esa manifestación estaba repleta de personas de la tercera edad. Pocos jóvenes para entonces. La mayoría eran personas de más de sesenta años que, obviamente, habían vivido todo tipo de situaciones y sabían que el kirchnerismo no es la mejor opción, que con Macri existía futuro. Afortunadamente, y para infortunio del ocupador serial de tierras, la juventud se hizo presente durante las manifestaciones espontáneas del republicanismo durante 2020, casi en igual medida que las personas mayores. Una pintura al óleo que combina a la perfección experiencia y juventud.

Cuando llegamos, las vallas estaban cerradas. No podíamos pasar del otro lado de la Plaza. Y la magia sucedió minutos más tarde. Una puerta se abrió y pudimos acercarnos más que a pocos metros de la entrada de Casa Rosada. No debió pasar mucho tiempo hasta que se corrió la voz. 

El rumor de que saldría a saludar se dispersó con el viento por todos los presentes. La alegría volvió a hacerse sentir. Todos cantaban, saltaban, se abrazaban. La emoción brotaba desde los ojos de los presentes. ¿Alguno acaso recordaba que trece días atrás habíamos perdido una elección? En ese momento -creí- todos lo habían olvidado.

Una de las puertas se abrió. El público estalló en vítores. Los cantos arreciaron a un lado y a otro. Mi corazón dio un vuelco. Pero quienes salieron eran dos asistentes que portaban una bandera gigante, la cual colgaron del balcón y atada a dos columnas. Entraron nuevamente.

Minutos después se vio movimiento. El murmullo comenzó a escalar nuevamente. Una sombra salió de entre las penumbras. Los vítores volvieron a arreciar. Nuevamente falsa alarma: era un fotógrafo, que buscaba la mejor posición.

Los minutos duraban horas. La espera era interminable. Una luz detrás de unas ventanas se encendió. Un nuevo clamor desde el fondo de la Plaza se comenzó a oír. Unos movimientos apenas perceptibles desde dentro de la habitación provocaron que, como una ola arremetiendo contra la escollera, ese murmullo desde las profundidades avanzara con fuerza hacia el frente, donde estaba yo. Y esos movimientos se tradujeron en formas humanas, y el alarido del pueblo finalmente fue como un volcán en plena y esplendorosa erupción cuando ambos salieron. Mauricio Macri, de pullover gris, portaba una bandera argentina en su mano derecha. Sus puños en alto, su emoción al borde del llanto, su fuerza de ánimo se tradujeron en más y más fuerza en los gritos que le devolvíamos desde nuestros corazones. «¡No estás solo!» era el canto que más se repetía. Sí, no estaba solo. Le estábamos poniendo una mano al hombro y le decíamos que, claro, tenía un pueblo, un verdadero pueblo republicano que lo sostenía. Una sociedad que le perdonaba los errores que, por su condición de humano, podía cometer. Sin embargo, se le perdonaba. «¡No estás solo!» también significaba que el pueblo también cometía errores. Los había cometido trece días atrás. Esa nación, que le había dado la espalda, ahora se ponía a su par para volver a creer. Y Macri lo sabía.

Juliana Awada, la Primera Dama, lo acompañaba. Ella era nuestra representante en su proximidad, nuestra adlátere en ese momento, quien, en una bellísima expresión, lo abrazó por detrás en señal de protección. En ese momento percibí que quien lo abrazaba por detrás no era sólo Juliana, era un País.

En una bellísima postal, miles de argentinos encendieron la luz de flash de sus teléfonos móviles y los movían a un lado y al otro. Las luces, pequeñas todas, pero potentes, sentí que representaban las esperanzas de quienes soñábamos con el futuro, con la República y con dar vuelta la elección. Esas esperanzas iluminaban el camino de Mauricio Macri. Esa imagen quedó grabada para la Historia en el tweet que el Presidente envió desde su cuenta, con él y Juliana sonriendo mientras de fondo los flashes iluminaban la Nación. Mauricio estaba renaciendo. El Presidente estaba más vivo que nunca. Había recibido el empujón que necesitaba. No estaba muerto y la podía pelear.”

El peronismo se había convertido en el tutor exclusivo de las manifestaciones en la plaza. El balcón de “la Rosada”, durante los gobiernos kirchneristas, era considerado como territorio excluyente de aquel movimiento. Macri no tenía un micrófono preparado esa noche. Todavía se conservaba cierta timidez en las filas del gobierno con respecto a los discursos multitudinarios. La lógica del PRO desconfiaba de los actos, los discursos y el poder de lo simbólico. Desde sus inicios, en la estrategia del espacio, se consideraba que los actos políticos sólo servían para hablarle a “los propios” y que no sumaban ningún voto. Pero esta idea, terminaría esa noche cuando esta nueva coalición abrazaba definitivamente la representación de una parte de la argentina que se había quedado huérfana de liderazgos después del 2001. 

Macri, grababa un mensaje a través de un celular desde el balcón de la casa de gobierno: 

“Gracias por darme esta posibilidad de agradecerles tanto apoyo y de decirles que los escuché, que sé lo que están pasando y los quiero abrazar con todo mi corazón para decirles que decidimos cambiar porque podemos ser mejores. Y no podemos abandonar, tenemos que seguir juntos, ahora más que nunca. Porque tres años es poco para cambiar una historia y la estamos cambiando; diciéndonos la verdad, sin robarnos, sin engañarnos, sin atajos, trabajando juntos, dialogando. Y así vamos a construir la Argentina que queremos.” 

De fondo se escuchaban los gritos de la gente que cantaba “Si Se Puede”. 

Aquella noche, Macri volvería a retomar su rol definido de candidato y la campaña tomaría un matiz de confrontación: ya no se esperarían gestos de transición. La situación de inestabilidad seguiría en términos económicos, las tensiones políticas crecerían, pero los motores se habían encendido nuevamente. A partir de esa noche anidaba la idea en el Secretario de Cultura Pablo Avelluto y que luego ejecutaría Hernán Lombardi, de acercar a Macri a la gente. De hacer un esfuerzo por reconquistar votos recorriendo el país y convocando a multitudes. De fortalecer la figura de Macri a partir de las marchas del “Si se Puede”.

Pablo Avelluto cuenta algunos detalles sobre esos días:

“Yo creo que fue clave esa movilización. Por lo menos fue clave para Macri y para salir del letargo. En ese momento se había establecido que la prioridad antes de entrar en el modo campaña era evitar, de algún modo, que la economía se fuera al diablo y esa movilización tuvo un efecto muy motivador sobre el propio Mauricio. Él decide ir a la Plaza de Mayo, salir al balcón, encontrarse con toda la gente. La movilización esa había tenido, más allá de todo el fogoneo en la redes, de Brandoni, de Campanella, mucha espontaneidad. Había una idea de no dar por perdida la batalla.

Me acuerdo que ese mismo día, había un acto en Santa Fé por el aniversario de la reforma constitucional y viajamos para allí con varios ministros. Me acuerdo que les pregunté a varios funcionarios que estaban en el avión si iban a ir a la marcha, y la mayoría no iba a ir. Me acuerdo que el día anterior me llamó Marcos (Peña) y tuvimos una conversación en la que él me decía que pensaba que no había que ir a la marcha. De todos modos, el mismo sábado, cuando Marcos vió lo que había sido la reacción de la gente, dió vueltas sobre sus pasos y estaba muy conmovido. La verdad es que había sido muy conmovedora esa marcha, porque era como sacar a Mauricio del subsuelo. 

Unos días después. Yo me acordaba por el trabajo que venía haciendo Carolina (su pareja) con unos spots electorales, de la campaña de Menem del ´89, y del “menemovil”, y la “marcha federal de la victoria”, cuando Menem decidió recorrer todo el país y de algún modo ir al encuentro de la gente. La campaña de las PASO había sido realmente mala, fría, se había hecho una apuesta osada a la comunicación entre las personas, que creo que nos encerró más.

También es cierto que estábamos en una situación muy mala para ganar, ya que las variables económicas desde el ´18 estaban bastante mal. En ese contexto, tengo como una especie de ensueño a la mañana, muy temprano, a eso de las 6 AM, en el que se me ocurre que Macri tenía que hacer algo parecido a lo que había hecho Menem, e ir al encuentro de la gente. Todo lo contrario de los actos 360, las pulseritas, todo lo contrario de lo que se había hecho hasta entonces y del enfriamiento que habían tenido nuestras campañas con el correr de los tiempos y sobre todo, la última de las PASO. Le mandé un whasapp a Marcos Peña y recuerdo que horas más tarde me lo contestó, diciendo que tomaba la idea. Al tiempo, me dijo que lo estaban trabajando con el equipo, y finalmente, salió.“

Desde el golpe electoral del 11 de agosto hasta el 24 de agosto, fueron las jornadas más difíciles para el liderazgo político de Mauricio Macri y para la subsistencia de JUNTOS POR EL CAMBIO. Por otro lado, de esas adversidades se afianzó una fuerza de contrapeso al peronismo, representativa de millones de personas, que estaría dispuesta a disputar el poder y “la calle”. 

La política nacional no tendría un solo dueño, y si bien, Macri perdió las elecciones en octubre de ese año, logró sumar 2,7 millones de votos más que la elección de agosto, llegando a casi el 41% del electorado. La participación en la elección había pasado de un 76,4 del padrón a un 80,8 por ciento.

Algunos sostienen que el proyecto de Macri fracasó porque no pudo cumplir muchas de las metas que se había propuesto. Otros reconocen que su gobierno torció la historia y terminó su mandato luego de 100 años de partidos que no podían cumplir un ciclo democrático completo sin interrupciones; dejando una idea clara de país y una coalición que parece mantenerse unida más allá de los avatares. Una coalición que se nutre de un sector de la población que le exige una representación unificada, sin atomizar posiciones frente al populismo. Un nueva etapa política de Argentina, con dos fuerzas disputando el poder en igualdad de condiciones.

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