Solo quienes perdieron la posibilidad de darle un último abrazo a un ser querido durante la cuarentena, comprenden cabalmente el dolor que ayer se vivió cuando un grupo de miserables mancillaron el único acto de despedida posible para sus muertos.
No eran solamente inadaptados los que hicieron esto. Eran los mismos que apañados por el gobierno, militaron la peores inhumanidades del encierro. Ellos fueron coautores del dolor que ayer se encargaron pisotear.
El desprecio del kirchnerismo por el dolor ajeno, no es nuevo. En cada tragedia nacional se escondieron. No dieron explicaciones. Politizaron la muerte hasta el cansancio. Y llamaron “odiadores” a quienes señalaban lo que sucedía. Instigaron a sus fanáticos a perder toda posibilidad de empatía frente al dolor de sus compatriotas.
Esperaron a estar todos juntos, los pocos que quedan, participes de una fiesta que siempre pagamos todos los argentinos, para burlarse de la tragedia. Lo de ayer no solo fue un acto miserable, sino que también, fue un acto de cobardía.