¿QUÉ REPRESENTA JUNTOS POR EL CAMBIO?

Por Nicolás Roibás

Cambiemos nació como una alianza electoral en 2015 con el objetivo de derrotar al kirchnerismo, pero en términos simbólicos, mostraba una nueva forma de hacer política. Esto se resumían en una dicotomía muy clara: la vieja política V.S. la nueva. La gente aceptó este postulado y el kirchnerismo fue removido del poder. El PRO por ese entonces era un partido moderno en su estilo y forma de comunicar, tal fue así que terminó marcando un estilo en la política argentina. El modelo era importado de las campañas de Barack Obama y el PRO supo incorporarlo por su condición de partido del siglo XXI.

No había conflicto en la narrativa que se centraba en una forma de hacer política eficiente, de servicio, con eje en la gestión y lejos de la política. En el comando de campaña del PRO miraban con desdén a los actos políticos. Pero el proceso de movilización ciudadana ya estaba en marcha a partir del conflicto del campo del 2008 y las posteriores movilizaciones. Los dos caminos eran paralelos y hasta ese momento se encontraban.

Así empezó el gobierno de Macri en 2015, con su manual de gestión porteño y una postura ZEN que además buscaba dar una vuelta de página para reforzar el shock de confianza que necesitaba la Argentina. Lo simbólico para ese gobierno inicial era sinónimo de populismo, por lo menos hasta el 2017. Luego de las elecciones de medio término el gobierno de Cambiemos se topó con las 14 toneladas de piedras frente a las puertas del Congreso y empezó a comprender que había un ingrediente político que estaba faltando. La crisis económica que sobrevino complicó aún más el panorama y el viejo manual tuvo que ir a parar a la basura.

Macri logró comprender cabalmente la importancia de lo simbólico solo en el último tramo de su gestión, un poco por la fuerza y un poco por la casualidad. Cuando se encontró frente al abismo se dio cuenta de que ningún cambio era posible sin una idea potente e íntimamente vinculada a lo emocional que lo sostenga. Fue la ciudadanía la que mostró el camino luego de la derrota de las PASO 2019 con las movilizaciones y la batalla cultural contra el kirchnerismo. La respuesta estaba en la épica de los valores ciudadanos y Cambiemos perdió la elección pero el kirchnerismo no logró matar la idea del cambio.

Los primeros años del gobierno de Fernández trajeron como consecuencia el hastío de la sociedad con una buena parte del sector político y la irrupción de nuevas figuras públicas como Milei y Espert que supieron encontrar un mensaje claro. Lejos de este proceso, Juntos por el Cambio se volvió a topar con el desafío de tener que explicar para qué existe. En estos últimos meses la coalición viene fallando en mostrarle a la sociedad una uniformidad en su discurso que eleve las expectativas. Todo lo contrario, si algo viene trasmitiendo es la idea de una unidad política forzada.

La misión de quienes trabajan en esa ingeniería no es fácil. Los partidos que integran la coalición están mostrando problemas serios de organización. El PRO, por su parte, mantiene un liderazgo bicéfalo en el que se enfrentan dos formas: una “dialoguista” encarnada por Rodriguez Larreta y otra “reformista” encarnada por Patricia Bullrich. Esto se nota en la falta de identidad que viene manifestando el partido, y que ha llevado a Macri a remarcarle a los Diputados del espacio su Independencia a la hora de votar los proyectos de ley que impulsa el radicalismo cuando no vayan en consonancia con la tradición del PRO. 

El radicalismo por otro lado, parece haberse embarcado en una discusión endogámica que solo interesa a sus mismas filas. La obsesión por diferenciarse del PRO lo ha puesto claramente en debilidad y pone el foco en las peleas internas. El microclima radical le está jugando una mala pasada a su dirigencia. Por último, la Coalición Cívica trata de sobrevivir a Lilita Carrió.

Hoy las reuniones de la mesa de conducción de JxC llevan más incertidumbre que certezas.

Esto se da así, porque Juntos por el Cambio no está sabiendo explicarle a la sociedad qué tiene para ofrecerle. La convivencia de las diferentes posturas embarra la cancha comunicacional. La épica conseguida en el último tramo de la campaña del 2019 es un capital que podría dilapidarse si no se logra encontrar un canal de comunicación más certero con el 41%, un electorado que ante la falta de respuestas de los dirigentes de la coalición se ven seducidos por las propuestas de Milei.

Pero el problema de Juntos por el Cambio no es Milei, sino que el problema más dramático de Juntos por el Cambio está teniendo que ver con el mensaje. 

La cantidad de interlocutores y liderazgos en la coalición solo llevan desconcierto a una sociedad que tiene por delante una transición inédita de 18 meses, nada más ni nada menos. 

Juntos por el Cambio tiene una urgencia a resolver antes que cualquier cosa y que tiene que ver con responder una interrogante que en 2015 estaba mucho más clara que ahora:

¿Qué representa Juntos por el Cambio?

Esta pregunta que parece tan simple no lo es, porque además de los cortocircuitos internos que están impactando en el mensaje de la coalición hay un problema mucho más serio y más difícil de resolver: en 2015 el cambio representaba lo mismo para todos los integrantes de la coalición, sin embargo hoy esto ya no está tan claro.

Nicolás Roibás

Speaker´s Corner consultora

http://www.speakerscorner.com.ar

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