Por Nicolás Roibás.
El recuerdo de Las PASO 2019 es un trauma que nos atormenta, nuestro fantasma de las elecciones pasadas pero en una versión más escalofriante del cuento de Dickens.
Será por eso que las palabras que Gabriela Cerruti pronunció hace pocos días retumbaron en algún rincón de nuestro inconsciente: “el Presidente está en control”. Una frase utilizada también por Miguel Ángel Pichetto el día 12 de aquel agosto fatídico, en el medio de la segunda caída bursátil más importante de la historia (solo superada por una de Sri Lanka) y una corrida financiera que bautizó aquel día como “lunes negro”. Pero Macri había perdido una elección de forma contundente e inesperada y solo faltaban tres meses para finalizar el mandato; en cambio, al gobierno actual le queda un largo camino por delante y una crisis, no ya como resultado de una elección, sino debido a las inconsistencias del Frente gobernante y el daño auto infligido por la pésima gestión.
Esta situación hizo que empiecen a sobrevolar preguntas sobre el año que viene y los diferentes escenarios electorales que se presentan para un eventual cambio de gobierno. La coalición de Juntos por el Cambio tuvo que adaptar su dinámica internista para mostrar sensibilidad ante la situación que llena de incertidumbre a la población. Sin embargo, la competencia interna está viva, no se puede tapar el sol con la mano, algo que encendió las discusiones entre twitteros de cara al año que viene.
La interrogante tiene que ver con un escenario que presente a Horacio Rodriguez Larreta como candidato ganador de una PASO.
Lo cierto es que una parte del grupo activo de twitteros del 41% que muestra en las redes posturas más reformistas, empiezan a preguntarse qué hacer ante esta situación. Una interrogante que quizás el pasado pueda ayudar a resolver, el 2019 fue un gran aprendizaje que no podemos dejar de tener en cuenta.
Por aquel entonces existió un electorado enojado con Macri, algunos por la situación económica y otros por considerar que el ex presidente no había actuado con la celeridad y la fuerza que era pretendida por algunos votantes. Estos últimos se volcaron a propuestas como la de Espert y Gómez Centurión y luego no hubo vuelta atrás ante una derrota de un margen de 16 puntos. Fue un factor importante, aunque no el único. Entre “macristas” le achacan a este porcentaje de la población no haber comprendido lo que estaba en juego por aquel entonces, hoy este argumento vuelve con fuerza en contra quienes públicamente dicen que no apoyarían a Larreta.
El argumento de quienes no estarían dispuestos a acompañarlo tiene que ver con su impronta dialoguista con sectores del peronismo, entre ellos Massa. También con su disposición a integrar al armado electoral a quienes hace poco tiempo militaban en las filas del Frente de Todos. Pero la herida encuentra también razones históricas: el “dedazo” de 2021, por el que algunos dirigentes considerados valiosos quedaron fuera de las listas; casos públicos como el de Fernando Iglesias, quien terminó entrando por la ventana a último momento a pesar de resistencias internas. Por otro lado, también existe un enojo por gestos del Jefe de gobierno hacia los sectores denominados “progresistas” con el fin de ampliar la base, dando por descontado, de alguna manera, el acompañamiento de los sectores duros.
Se advierte, sin embargo, un esfuerzo comunicacional del “larretismo” para poder convencer a estos grupos más duros que tienden a estar muy activos en las redes, pero que hasta ahora viene siendo infructuoso.
El problema es profundo, porque las denominadas “palomas” parecen no haber tomado nota de la irrupción de la ciudadanía activa a partir del último año de mandato de Macri y de su rol fundamental para la remontada. También sobre el cambio del eje de la discusión pública que se fue dando en los últimos años vinculado al fracaso de las soluciones que fue imponiendo el populismo con respecto las diferentes problemáticas. Por ejemplo cuando se habla de “economía popular” y otro tipo de eufemismos que han demostrado no adaptarse a la realidad. La subestimación de estos temas hoy parece pasar factura.
El trabajo para adelante por parte de los sectores dialoguistas quizás tenga que centrarse en generar canales de diálogo con estos grupos considerados “duros” para suavizar los prejuicios y tomar nota de los reclamos. Porque el liberalismo ha sabido crecer y capitalizar estos debates, algo que pone en peligro un eventual triunfo de Juntos por el Cambio en primera vuelta. Dicen quienes están cerca de Macri, que este último creería fundamental que la coalición gane en primera vuelta para poder implementar con fuerza los cambios de fondo que el país requiere. Algo que parece lógico.
En ese sentido, sería prudente que Juntos por el cambio en todas sus variantes haga un esfuerzo por representar a los sectores más duros, teniendo en cuenta también que la estrategia de convencer al votante afín al Frente de todos solo ha traído fracasos. Ni siquiera el sector a-político, que es un electorado volátil, parece buscar hoy por hoy declamaciones progresistas, sino que los datos muestran exactamente lo contrario.
En todo proceso electoral, sobre todo luego de elecciones internas, las decisiones requieren más cabeza que corazón, aunque duela a la hora de votar. Pero la actitud orgánica no es una virtud de nuestros tiempos y eso debe ser comprendido por quienes son actores en los procesos de toma de decisión. Ese tipo de subestimación jugó también una mala pasada en 2019. Por eso es clave tender puentes y representar sin especular con convencer a quienes ya tienen un prejuicio claro sobre la coalición y nunca la votarían. Por otro lado, también vale decir que adelantar el debate sin un escenario concreto puede ser contraproducente. Hoy por hoy, nadie puede asegurar que Macri no compita.
No parece adecuado pedirle simplemente al votante histórico de un espacio que se tape la nariz para votar a un candidato, sino que debe haber un esfuerzo de la dirigencia para que ese proceso de acompañamiento no sea violento con las convicciones internas de estos grupos. Por eso son importantes las reglas de juego en la competencia electoral de un mismo espacio y el mensaje claro, más allá de los matices. Algo que le está costando a Juntos por el Cambio.
La coalición está fuerte electoralmente, en parte, por el mérito de muchos de estos ciudadanos, aún cuando no se trate de una masa orgánica. El aprendizaje del 2019 debiera que estar presente tanto en los dirigentes, como en los ciudadanos que apoyan a las diferentes líneas internas y que son politizados e informados. Las rispideces deben cuidarse porque no fue fácil contar con una alternativa que pueda desbancar al peronismo. El camino del enojo nunca trae buenos resultados a la hora de votar y tampoco la dirigencia puede subestimar su impacto electoral. Son dos caras de una misma moneda. Es por eso que debería evidenciarse un ida y vuelta entre política y ciudadanía. Porque la ciudadanía activa ha demostrado ser un actor político de gran relevancia y es accionista en la coalición, tan accionista como los partidos que la integran.